Juan Hernández Vigueras – La Europa opaca de las finanzas

Es demasiado pronto para predecir cuándo terminará la crisis sanitaria y la ya anunciada recesión económica. Ya sea en 6, 12 o 18 meses, el tiempo dependerá del grado en que las personas sigan las pautas de distanciamiento social y la higiene recomendada; la disponibilidad de pruebas rápidas, precisas y asequibles, medicamentos antivirales y una vacuna; y además el alcance del alivio económico proporcionado a individuos y empresas. Sin embargo, el mundo que surgirá de la crisis será reconocible pero distinto en no se sabe qué dimensiones, apunta el citado autor. Pero por lo pronto, veamos cómo la pandemia ha puesto de relieve la fragilidad de la globalización económica.
La producción industrial multipaís, de gestión empresarial o de suministros médicos, cuestionadas.
La pandemia global causada por el nuevo coronavirus, covid-19, está exponiendo la fragilidad de este sistema económico globalizado, tanto el modelo de producción industrial como las técnicas de gestión de las empresas o en las políticas nacionales de suministros médicos. Como apuntan los expertos, algunos sectores económicos, particularmente aquellos con un alto grado de saturación productiva y en los que la producción se reparte entre múltiples países, podrían capear la crisis relativamente bien. Otros podrían estar a punto de colapsar si la pandemia impide que un solo proveedor en un solo país, produzca un componente crítico y ampliamente utilizado.
La fragilidad de la producción industrial integrada en varios países y las dificultades de su desconexión, ya fue apuntada en los estudios sobre la prevista repercusión del Brexit sobre la economía del Reino Unido, que el acuerdo final de divorcio habría de resolver. Y sabíamos que desde hace décadas un automóvil se produce en varios países. Pero la pandemia del coronavirus ha descubierto con toda su crudeza la vulnerabilidad de los procesos industriales que se desarrollan entre varios países.

Pero la pandemia también ha venido a cuestionas algunas técnicas de gestión en las empresas actuales. Hace ya varias décadas, en una época anterior, los fabricantes de manufacturas solían acumular reservas de suministros de elementos básicos para protegerse frente a variaciones de la coyuntura o en un momento como este. Pero en la era de la globalización, muchas empresas se han adherido al famoso dictamen de Tim Cook, el CEO de Apple, de que el almacenamiento es “fundamentalmente malo“. Porque los elementos almacenados suponen un dinero inmovilizado, un coste del cual la empresa puede prescindir en una economía avanzada. Por tanto, en lugar de pagar ese coste del almacenamiento de las piezas necesarias para fabricar un automóvil o un producto determinado, las empresas confían en las cadenas de proveedores para su suministro. Es la técnica de gestión conocida por la expresión “just in time”, justo a tiempo, que hasta ahora permitía funcionar como su nombre indica, sin almacenamiento, porque el proveedor estaba a la espera de la orden de la empresa cliente. Pero una pandemia global ha cambiado esa regla de juego y el justo a tiempo puede llegar a ser demasiado tarde. Así se explica que, en parte como resultado de los problemas de la cadena de suministro, la producción mundial de ordenadores portátiles cayera hasta un 50 por ciento en febrero, y la producción de teléfonos inteligentes podría caer un 12 por ciento en este próximo trimestre. Ambos productos se construyen con componentes producidos por fabricantes asiáticos especializados.
Cuando la escasez resulta crítica
En otros productos, los cuellos de botella en los procesos de producción similares a los de la fabricación de productos electrónicos, también están obstaculizando la lucha contra el nuevo coronavirus. Los suministros médicos críticos, como los reactivos, un componente clave de los kits de prueba que utilizan los laboratorios para detectar el ADN viral, se estaban agotando o no están disponibles en muchos países. Dos compañías dominan la producción de los reactivos necesarios: la compañía holandesa Qiagen (recientemente comprada por el gigante estadounidense Thermo Fisher Scientific) y los laboratorios Roche, con sede en Suiza. Ambas compañías no han podido mantenerse al día con el aumento extraordinario de la demanda de sus productos, según detallaba una revista especializada en marzo pasado.

La paradoja china: de la emergencia de salud a la cooperación internacional
Antes de que comenzara el brote de covid-19, los fabricantes chinos fabricaban la mitad de las mascarillas médicas del mundo y como resultado de la crisis estos fabricantes aumentaron la producción. Hacia principios de marzo 2020, a medida que los hospitales y gobiernos buscaban desesperadamente respiradores y mascarillas quirúrgicas para proteger a médicos y enfermeras ante el coronavirus, se enfrentaban a una realidad paradójica: su fabricación estaba en China y el mundo dependía de China, que dudaba en compartir su producción. Antes de que surgiera la epidemia del coronavirus en Wuhan, China fabricaba la mitad de las mascarillas del mundo, y desde entonces su fabricación se ha expandido casi 12 veces; pero reclamando para sí misma esa producción. Es más, como fueron los primeros en sufrir el brote vírico, las compras y las donaciones también trajeron a China una gran parte del suministro mundial desde otros lugares.
Las preocupaciones sobre el suministro de mascarillas fueron aumentando a medida que aumentaba la propagación global del virus y los gobiernos de todo el mundo restringían las exportaciones de equipos de protección, lo que según los expertos podría empeorar la pandemia. Peter Navarro, asesor del presidente Trump en manufacturas y comercio, sostenía en el canal de TV Fox Business en febrero que China esencialmente se había apoderado de las fábricas que fabricaban mascarillas en nombre de las empresas estadounidenses. Más aun, afirmó que Pekín había optado por “nacionalizar efectivamente la empresa estadounidense 3M“. Sin embargo, un comunicado de 3M, con sede en Minnesota, sostenía que la mayoría de las mascarillas salidas de su fábrica en Shanghai se habían vendido en China incluso antes del brote, declinando hacer comentarios sobre cuándo podrían reanudarse las exportaciones desde China.
En opinión de los periodistas estadounidenses, China podía estar disminuyendo el control sobre las mascarillas a medida que crecían las necesidades en el mundo. Tan Qunhong, gerente general de un pequeño fabricante de mascarillas desechables en el centro de China, afirmaba que había completado las órdenes de compra del gobierno y que estaba comenzando a reanudar las exportaciones. Por su parte, el gobierno chino también estaba enviando mascarillas al extranjero como parte de los paquetes de buena voluntad, aunque algunas partidas remitidas resultaran defectuosas. Otros fabricantes aseguraban que el gobierno chino aún reclamaba todas las mascarillas que producían sus fábricas en el país. Al parecer, las exportaciones de mascarillas no estaban aún autorizadas y estaba pendientes de las decisiones gubernamentales, según Guillaume Laverdure, director de operaciones de Medicom, un fabricante canadiense que fabrica tres millones de mascarillas al día en su fábrica de Shanghai.
Al igual que domina la fabricación de automóviles, acero, productos electrónicos y otras necesidades, China es esencial para el suministro mundial de equipos médicos de protección. La mayor parte de lo que hace son las mascarillas quirúrgicas desechables que usan los profesionales de la salud. Produce un número menor de mascarillas de respirador N95, que proporcionan más filtración para médicos y enfermeras. Aunque, por entonces los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU consideraban que, el público en general no necesitaba tales mascarillas. Pero la demanda de mascarillas quirúrgicas se disparaba en China, donde la policía ya exigía su uso a cualquiera que saliera a la calle. Aunque las compañías decían que China reclamaba prácticamente toda la producción de mascarillas, el gobierno chino sostenía que nunca había emitido un reglamento que prohibiera las exportaciones de mascarillas y mostraba su disposición a compartir su producción con otros países. Pero el gobierno chino efectivamente compró todo el suministro de máscaras del país, al tiempo que importó grandes cantidades de mascarillas y respiradores fabricados en el extranjero. Al decir del citado reportaje de The New York Times, China ciertamente los necesitaba, pero el resultado de su oleada de compras fue una escasez de oferta que obstaculizó la respuesta de otros países a la enfermedad.
Sin embargo, subrayemos que la experiencia de la pandemia del covid19 tendrá que llevar a una reconsideración de las políticas liberales seguidas en el comercio internacional y la producción industrial, en particular cuando se trata de la producción e intercambios comerciales en productos médicos críticos
La globalización financiera no es noticia
Mientras, la pandemia del coronavirus ha trastocado los procesos industriales multipaís y el comercio internacional, es decir, ha alterado la globalización económica, la globalización de los mercados financieros mantienen su vigor. No disponemos de ningún dato que sugiera un cuestionamiento siquiera de la de los mercados financieros. La inestabilidad de las bolsas de valores y sus bajadas reflejan simplemente la incertidumbre económica global y el dominio de la especulación sobre activos financieros. La financiarización del sistema económico mundial mantiene su capacidad de conversión de cualquier bien físico o servicio en activo financiero comercializable.
La súbita bajada del precio del crudo de petróleo, que los noticiarios internacionales habían anunciado como previsible, demuestra con la radicalidad de tal bajada una vez más el peso decisivo de la especulación sobre el “barril de papel”, sobre los contratos de suministro de crudo que sirven a poderosos mercados opacos de derivados, sean contratos de futuros, swaps, de opciones, etc., que se comercializan en Londres y otras Bolsas. Mercados derivados del crudo que están dominados por los gigantescos grupos financieros como Goldman Sachs, Morgan Stanley, Citigroup, Deutsche Bank o UBS; con la mediación de sociedades offshore en los llamados paraísos fiscales ligados a las élites gestoras del mundo financiero; como ya documentamos en el libro El Casino que nos gobierna.
Por lo demás, para afrontar la inmediata recesión económica los países más desarrollados ya han recurrido a la manguera de liquidez de la Reserva Federal o del BCE para evitar que la falta de liquidez se traduzca en insolvencia y acentúe la recesión económica anunciada… Pero nada indica que vaya a cambiar en la estructura actual de las finanzas para que sirvan a las necesidades de la economía productiva.
Desde luego en la Unión Europea post Brexit, a nadie se le ha ocurrido replantear el principio organizativo fundamental del “espacio financiero europeo”, tal y como fue concebido por el Barón de Lamfalussy y luego quedo consagrado en los documentos técnicos de Bruselas: la libertad incontrolable de los movimientos internacionales de capitales mientras la fiscalidad queda reservada a la soberanía nacional. Y como en la EU el capital goza de libertad para huir legalmente a donde tribute menos, los Estados europeos han de competir entre sí para atraerlo, manteniendo a la baja su tributación. Y ante cualquier recesión económica, la debilidad política de los gobiernos progrsistas o conservadores se ven obligados a recurrir al endeudamiento público para compensar la insuficiente tributación del capital.-
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