Proseguir en un Gobierno familiarizado con la mentira y la confusión tiene un coste para todas las formaciones que lo integran
1- Ha aparecido el nuevo paquete de medidas anticrisis. Tenía que ser la monda, un triunfo gubernamental, emitido incluso en sabadete, que es cuando se producen los misterios de gloria de la semana. Pero en eso se produjo la matanza de Melilla. Con lo que la cosa quedó deslucida. El presente artículo pretende, no obstante, valorar las medidas anticrisis, aun sabiendo que se producirán más medidas anticrisis, hasta que por fin lleguen medidas estructurales, o hasta que por fin no lleguen y se proclame la selva, como en 2008. Y aun sabiendo también que se producirán más matanzas en la frontera, esa selva. Aun sabiendo –punto 14– que las medidas anticrisis, y la deslocalización de las matanzas de migrantes en Marruecos, responden a una misma inteligencia, a la deriva y que carece de mapa. Lo que debería alertarnos, por otra parte. Bueno, al turrón.
2- El pack de medidas anticrisis no es una anécdota. Supone 9.000 millones de euros. Que, sumados a las medidas anticrisis 1.0 conforman un monto de 15.000 millones. Mucho dinero y, lo que es lo mismo, mucha deuda, esa cosa tolerada por la Comisión, pero no tanto, y sufragada gracias a que el BCE tenía unos intereses nulos hasta hace poco. Recordemos, hermanos, que la deuda es buena. En general, es nuestra amiga. Hay que luchar por ella, para que se produzca y evite la brutalidad y el abandono. La deuda es, ni más ni menos, que un sinónimo de democracia, como el endeudamiento gratuito y absurdo y eterno es un sinónimo de la austeridad. Por lo mismo, hay que fiscalizar la deuda, los grandes proyectos, para que respondan a planteamientos sociales útiles y deseables.
3- La pregunta es, por tanto, dos puntos, ¿esta nueva deuda es útil? ¿Es útil esta segunda emisión de medidas anticrisis?
4- Estas medidas son, en todo caso, un paliativo para los efectos de la inflación. Que, a su vez, recordemos, más que inflación es una crisis en la oferta –no hay objetos y materiales; no hay gas, combustibles, lo que encarece transportes y alimentos; no hay grano, fertilizantes, semiconductores…–. Todo ello, a su vez, se explica mediante tres hechos que han coincidido violentamente en el tiempo: a) guerra, covid –esa metáfora de b) una crisis climática–, y c) el inicio del fin de los combustibles fósiles. En el mundo, recordemos, no se está haciendo nada para canalizar –no te digo revertir– a), b) y c). Por lo que paliar, ir tirando de parches, no es malo sino que, en ausencia de la bondad, es bueno.
La deslocalización de las fronteras en un Estado-matón y el paquete de medidas anticrisis parten de una misma cultura. La de la confusión
5- Ahí van las medidas más llamativas. A) Ayuda directa de 200 pepinos a hogares con ingresos inferiores a 14.000 euros y con un patrimonio cutre. B) Un aumento del 15% en las pensiones no contributivas, ese clavo ardiendo para muchas personas. C) Una reducción del 50% en el coste de los abonos de Renfe y de autobuses de concesión estatal, y del 30% en los servicios autónomos –si las autonomías se estiran con un 20%, la rebaja también sería del 50%–. D) Una bajada del IVA –aquel impuesto que apareció cuando se empezó a comprender que el IRPF no pitaba; no pita un impuesto en cuyo tramo alto se recauda lo mismo que en su tramo bajo; se dice rápido– de la electricidad. E) La congelación del precio del butano –a casi 20 euros; esto es, ya superado el límite de lo impagable en muchos casos–. Y F) un nuevo impuesto que gravará los beneficios extraordinarios de las energéticas. Se supone que también extraordinario. De hecho, se le supone todo, pues no entrará en vigor ni existirá hasta 2023. En general, las leyes, o los impuestos que se superponen a otras leyes o impuestos que no funcionan, acostumbran a ser un camelo. Veremos.
6- El Gobierno opina que estas medidas protegerían a la clase media. Me inclino a pensar que no, que están orientadas hacia la clase media, sí, pero más y mejor hacia una clase inferior a ella. La socialdemocracia se preocupa, así, por unas clases populares por las que no se preocupaba, al punto de despreciar su voto desde hace décadas. Este cambio no explica tanto una caída de mula por parte de la socialdemocracia, como el carácter dramático del momento económico y social –tomen nota de ello–, que puede verse agravado este invierno en modo chungo, lo que no excluye, llegados a un punto, el modo Bob Esponja / horcas y antorchas. Veremos.
7- No obstante, el Gobierno, en boca de Sánchez, no ve esas medidas como lo que a todas luces son: cuidados paliativos de las consecuencias de la inflación. Sino como medidas para contener la inflación. Ese punto de vista gubernamental lo cambia todo. Literalmente.
8- Afirmar eso es algo que –como decía el físico cuántico Wolfgang Pauli cuando hacía chiribitas ante la teoría de un alumno incompetente– “no solo no está bien, sino que ni siquiera está mal”. No entra, vamos, en el espectro de la realidad. Es una opinión colorida. Por valor de 15.000 millones. Al afirmar lo que afirma, Sánchez miente. O, al menos, sería preferible que mintiera, pues lo contrario significaría un desconocimiento dramático de los mecanismos de la inflación.
9- Las medidas no son, lo dicho, correctoras de la inflación. Y, siendo un paliativo de sus efectos, es muy posible que puedan quedarse cortas. Se quedan cortas en tanto a) un Estado no puede proclamar la primavera sin la bendición de la Comisión, y en cuanto b) el PSOE carece de hambre de gol para aproximarse al área de la primavera, incluso varias casillas antes de que la Comisión se lleve la mano a la pistola. El PSOE, en ese sentido, va equipado de serie con pistola propia que se saca ante sí mismo para no desmadrarse. Por ejemplo, las medidas propuestas establecen –bueno, prorrogan– límites al aumento de alquileres. Pero, pudiéndolo hacer, no los regula. Son, por tanto, medidas positivas, pero discretas, tímidas, paupérrimas y, por ello, es muy posible que sin grandes resultados. Y por valor, lo dicho, de 15.000 millones de euros. Una distorsión importante entre su precio y su calidad. Entre lo que solucionan y lo que cuestan.
La idea de frontera es más radical, más militarizada, más amarilla en Moncloa / PSOE, que en las ideas de frontera no formuladas por otros partidos
10- Las cosas son sus precedentes. El precedente estético de esta emisión puede ser, siendo algo completamente diferente, el Plan E de ZP. Es posible que no lo recuerden. La explicación es que no fue memorable. Unos 13.000 millones de euros –pas mal– emitidos en 2008, cuando la crisis de 2007 ya estaba hermosa y gorda, y era posible leerla. No se leyó. El plan creó beneficios en las clases asalariadas. Leve y momentáneo. Les permitieron algo de argent de poche para lo que se avecinaba. Nada comparado con la pista americana y el abandono que les esperaba a esos grupos, con el combo completo incluido: reforma constitucional en la que oficialmente se abandonaba el bienestar. Precisamente –no se vayan, que tiene gracia– para garantizar el pago de deuda. Como la de, pongamos, ese plan E. Se dice rápido. Como recordarán, luego, en las elecciones generales de 2011, el PSOE pasó de 160 diputados a 66. El PSOE empezaba a desaparecer. No lo hizo por cosas que pasaron –o que no pasaron, mejor– a su izquierda.
11- Otro precedente puede ser la ampliación de gasto y subvención social realizado por Viktor Orbán –glups– el año anterior a las últimas elecciones en Hungría. Esto es, las medidas pueden ser, en ausencia de otra certeza y lógica, electoralismo puro, eso tan propio de una sociedad subnormalizada. Moncloa / PSOE emite electoralismo –levemente matizado por propuestas, no aceptadas, aplazadas, rebajadas, o por desarrollar, de UP–, justo después del descalabro andaluz, y un año antes de las elecciones. Esto es, Moncloa / PSOE, emite cortoplacismo, medidas amables, pero no estructurales.
12- Guerra, covid/cambio climático, fin de los combustibles fósiles. Es imposible enfrentarse a eso sin cambios estructurales. Sin recuperar herramientas como la regulación, la fiscalidad o la redistribución. Herramientas que fueron posibles durante un periodo de tiempo, y de las que hoy carece el Estado y/o la mentalidad de sus gestores. El combate –por desprecintar– es en Europa, como se diagnosticó en la anterior crisis. Y no se está produciendo. El combate de algunas derechas radicalizadas, y de las extremas derechas, es más sencillo, demagógico y a través de la mentira. No se desarrolla en Europa, sino en los terruños. Consiste en defender la devolución de la soberanía al Estado para crear paraísos nacionales y sociales como lo es la UK del Brexit, ese joyo. Cuando no se realiza el combate democrático, cuando no se apura el límite del Estado con imaginación, cuando se aplaza, se está pagando una copa a las derechas en este cambio de época. Cuando se miente –con tonterías sin sentido, como presentar algo tímidamente paliativo como altamente correctivo–, se está aceptando el marco de esas derechas. La mentira. La confusión. Ese marco ya ha sido aceptado en el control de fronteras. Esta mañana a primera hora, la idea de frontera es más radical, más militarizada, más amarilla en Moncloa / PSOE, que en las ideas de frontera no formuladas por otros partidos. Al punto que el PP puede distanciarse, limpiarse, de esa idea de frontera, que será la que desarrollará, en silencio, cuando vuelva al poder. Le han hecho el trabajo.
13- Las izquierdas deben vigilar el uso de la mentira y la confusión, pues son el límite semántico de las izquierdas. Las izquierdas, por definición, deberían mentir menos que las derechas. Por eso el uso de la mentira y la confusión en las izquierdas no solo es malo, sino contraproducente. Permite familiarizar al elector con un marco que no es el suyo, y que es más rollizo, frecuente, eléctrico y divertido en las derechas.
El sello de lo innegociable en un gobierno de izquierdas es la mentira y la confusión, en tanto las categorías mentira y confusión evitan políticas de progreso
14- La mentira y la confusión es lo que hermana un tratado secreto –que ha posibilitado que Marruecos sea el portero de discoteca de España– con el conjunto de medidas, tímidas, contra la inflación –que han sido presentadas como lo que no son, de manera que no se sabe lo que son, lo que repercute en su evaluación; la inutiliza–. La deslocalización de las fronteras en un Estado-matón y el paquete de medidas anticrisis parten de una misma cultura. La de la confusión. Lo que dificulta la comprensión de las políticas gubernamentales. Y lo que es el posible final del Gobierno, en tanto hay otras formaciones que mienten y confunden mejor que él.
15- El Gobierno de coalición ha demostrado –y esto creo que es bueno– que se puede compartir gobierno desde la disconformidad y desde culturas diferentes. Pero no ha solucionado qué hacer cuando esa disconformidad y diferencia cultural es ante la mentira y la confusión. Qué hacer cuando la mentira y la confusión provocan y, a la vez, disculpan, un atentado a los DDHH –es tan descomunal esto que conviene repetirlo: un atentado, mortal, a los DDHH– como el vivido en Melilla. El sello de lo innegociable en un gobierno de izquierdas es la mentira y la confusión, en tanto las categorías mentira y confusión evitan, ya de por sí, políticas de progreso. Proseguir en un gobierno familiarizado con la mentira y la confusión tiene su coste para todas las formaciones que lo integran. Ignoro si tiene su beneficio. Si desde la mentira y la confusión se puede emitir aún algún tipo de política tímida y confusa, que pueda brillar y alejarse del hecho de que en Melilla hayan sido asesinadas un número enorme e indeterminado de personas. Las medidas anticrisis, emitidas también desde la confusión, no lo han conseguido al menos.
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