Cuando Terraferida anunció, hace poco, su pausa en la actividad, su paréntesis, y exponía, que era ocasionado, entre otras razones, por el cansancio de la lucha sin resultados, por la erosión de la militancia sin avances significativos, ni a nivel social ni a nivel político, algunas de las palabras de reconocimiento y ánimo que se les dijo fueron : Pues imaginaos si no hubiérais estado…
La continuidad en la lucha, el “a pesar de todo hay que”…; el “no hay que tirar la toalla”, y otras frases-hechas de aliento, cobran todo su sentido después de un fracaso, después de un esfuerzo continuado sin resultado, después de un vuelco electoral.
Queda en la boca un regusto ácido y en el ánimo un pellizco, que sale a modo de pregunta o mejor, de lamento : después de todo lo que hemos ido elaborando, tejiendo, construyendo, con mejor o peor acierto, pero siempre por mejorar la vida de todos nosotros, por el bien común, por los más precarios, la gente a la que ha ido dirigida nuestra acción, votan en una gran mayoría a los que van en contra de ellos mismos?, de todos nosotros ?, No nos damos cuenta que el voto obrero, el voto popular, a la derecha y a la extrema derecha es votar contra nosotros mismos?, es un voto contra-natura?. No tenemos ni defendemos los mismos intereses. Es que acaso ya desconocemos los nuestros propios?.
Desde la perpejlidad y la impotencia te haces otra pregunta más honda: después de todo, y con esta absoluta irracionalidad y variabilidad en el comportamiento electoral de tu propia gente, merece la pena seguir?, para qué.
Y en el interín de la respuesta, te sumerges en una búsqueda desesperada de motivos, para encontrar un sentido a la lucha por la mejora de las condiciones de vida, por la justicia social, por la transformación de la sociedad, pero en estos momentos únicamente te encuentras con tus propios límites, con tus precariedades y anhelos, pero no encuentras las palabras, la justificación, la imagen que te aporte un poco de luz, que te dé una respuesta o al menos un atisbo de respuesta, una pista,… y te diriges corriendo, ya casi como último recurso a tus clásicos, a tus poetas, a tus referentes, a los que te han ido acompañando a lo largo de tu vida, para ver qué dijeron, qué pensaron, qué sintieron, qué intuición pueden aportarte…
Pero la realidad es dura, sólo sientes eso, limitación, precariedad, pequeñez, y anhelo… y no puedes explicar nada más, esa insignificancia es el momento real y actual, es tu piel, es el fracaso, es la dificultad, la lentitud en los cambios, el cansancio, el desánimo, pero ahí, en el fondo, también siempre está ese maldito anhelo, que no calla, y que es más hiriente cuanto más lejana es la realidad de la utopía; ese anhelo que siempre has ido sintiendo, desde joven, anhelo por una vida y una sociedad mejor, más justa, más plena, más solidaria, más fraternal, ese anhelo de igualdad y de armonía con la naturaleza y con los demás, ese anhelo que se sube a la garganta y que se indigna, hasta gritar sordamente, que no encuentra palabras para expresarse, que te ahoga y te empuja, y te hace levantar, y te hace seguir. Quieres frenarlo, pero no es racional, quieres objetivizarlo, relativizarlo, explicarlo, pero no se deja, es una fuerza mucho más potente que tu intelecto, se mueve con otras claves que la razón.
Y en un momento, te calmas y piensas, y ese anhelo lo descubres como el verdadero motivo, como el único motivo, y una sonrisa te viene al rostro, y un deseo, que no nos falte nunca el anhelo. Adelante ! .
Salvador Martinez. Junio 2023
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